Ríos, puentes, selvas, cerveza y 21K de running. La idea de participar en la Media Maratón de Valdivia comenzó a germinar en mi mente en agosto del año pasado mientras participaba en el Snow Running en Punta Arenas. Conversábamos sobre carreras distintas, es decir, aquellas con particularidades que las hagan dignas de hacer un esfuerzo y participar en ellas. En este caso, las particularidades de esta prueba serian un trazado que une Niebla, es decir, la desembocadura del Río Valdivia, con la ciudad de Valdivia. Y el hecho, muy poco habitual en Chile, de ofrecer en la meta cerveza artesanal de la zona como parte de las bebidas de rehidratación.
Por esto, y porque durante los últimos años he venido eligiendo carreras fuera de Santiago para iniciar mi año deportivo, en algo que podría denominarse Turismo Running, es que este año elegí Valdivia como ese primer destino del año.
A esta aventura este año sumé a mi hija Dafna, que como muchos de los que me conocen, ha sido mi partner en los desafíos de distancias bajas y medias durante los últimos seis años al menos. Para ella esta era la sexta ocasión en que enfrentaba el medio maratón como distancia, y aunque no tenía por ello el nervio de la primera vez, sin embargo, sigue siendo la distancia máxima que ha enfrentado en competencia.
Desde el punto de vista de la logística decidí que el viaje lo realizaríamos en bus, dado que de esta manera existía una mejor posibilidad de descansar durante los desplazamientos. La partida seria el viernes por la noche, para llegar el sábado, día en que se aprovecharía para hacer turismo a pie, retirar el kit, y descansar. Para correr el domingo en la mañana, continuar con un turismo regenerativo durante la tarde, y tomar el bus de regreso en la noche.
Ciertamente debo en primer lugar mencionar que no conocía Valdivia, y quedé encantado con la ciudad y sus inmediaciones. No solo se dio el hecho de sentirse simultáneamente sumergido en un lugar tan chileno como la Selva Valdiviana, al mismo tiempo de sentir que ese lugar estaba fuera de lo que yo tenía prejuzgado como propio de nuestras ciudades. Una ciudad ordenada y con un carácter distintivo, con gente amable y cordial, siempre dispuesta a ayudar.
El domingo nos levantamos temprano, y luego de tomar el desayuno que nos dejó preparado el día anterior la dueña del hostal, nos dirigimos caminando hacia la costanera al lugar donde nos esperaban los buses que nos llevarían a Niebla al punto de partida.
La partida, descubrimos se encontraba frente al cuartel de bomberos de Niebla, el cual era el centro logístico de la partida, facilitándonos sus instalaciones para el tan importante uso de los servicios higiénicos pre-carrera.
Durante el traslado, el sonido de las marchas y el motor del bus me fue preparando para los desniveles que enfrentaríamos. Mientras esperábamos la partida conversé con algunos corredores que habían participado en años anteriores, quienes me advertían sobre el número y la rudeza de las subidas (y bajadas) que tendríamos por delante. Con esta imagen mental partimos puntualmente a las 9:30 horas. Luego de dar un pequeño tour por Niebla, aproximadamente en el kilómetro 2 tomamos el camino que une el pueblo con la ciudad de Valdivia. El río a nuestra derecha, inmenso y apacible, nos acompañara durante buena parte del recorrido. Sea como una visión presente, como ocurre durante los primeros kilómetros. O como una sensación que está allí, omnipresente. El verde de la vegetación genera una sensación maravillosa.
Como ya nos tiene acostumbrado Olimpo Producciones, la ruta aunque muy bien controlada por carabineros, debemos compartirla con los vehículos que circulan. Por lo general, los automovilistas nos entregan su aliento, y están atentos a mantener la distancia y velocidad adecuadas para no molestar a los corredores.
La imagen mental con que partí, comienzo a modificarla. Ciertamente es un camino con bastantes cambios de nivel, pero estos son absolutamente abordables. Corro y gozo del paisaje y el camino. Leo los grafittis de un enamorado de «su chanchita», que ha utilizado cada trozo de lata disponible en el camino para proclamar su amor. Cada tanto, nos encontramos con un aviso que indica que en ese lugar se fabrica cerveza artesanal. Poco antes de llegar a la Isla Teja, encontramos la planta de Kunstmann.
El Puente Las Cruces se nos presenta imponente, con un desnivel de alrededor de 30 metros, que debemos subir y volver a bajar, para entrar a la Isla Teja, da por finalizado el tramo rural de la carrera, e inicia su etapa urbana. Llevamos dos tercios de la distancia, pero anímicamente se siente que ya falta muy poco.
Al cruzar el Puente Pedro de Valdivia, vislumbramos la meta a nuestra izquierda, pero sabemos que aun debemos recorrer más de 2 kilómetros dentro de la ciudad antes de poder paladear los placeres del éxito y la cerveza Calle-Calle. A mi lado Dafna muestra señales claras de cansancio, creo no haberla presionado tanto, pero el sol que ha pegado fuerte sobre nuestras cabezas todo el camino ha hecho lo suyo, y aunque nos hemos hidratado bien en cada punto de abastecimiento, igual se siente la boca seca y el cuerpo muy sudado. La animo, le digo que falta poco, que ese último esfuerzo es fundamental, y que después podrá descansar.
Luego de dar la vuelta en la costanera frente a la Mutual, la dejo seguir a su ritmo. Hay muy poca sombra, y ese último kilómetro por el parque de la costanera se hace largo por ocultar permanentemente la meta. Finalmente la veo. Veo a Pilar, mi mujer, esperándome unos metros antes del arco que me sonríe. Apuro el paso, levanto la cabeza, sonrió y me lanzo elevando los brazos a cruzar la meta. Freno para recibir mi medalla de finisher. Unos metros más allá Rodrigo me pregunta por Dafna, le digo que viene un poco más atrás. Al llegar donde Pilar, veo venir a mi hija. Le grito, la aliento, aplaudimos sus últimos pasos, y ese aplauso, de todos los que están allí, acompaña su llegada.
Quedo con la sensación de haber vivido un día perfecto. El lugar, la carrera, las personas que disfrutaron de estar allí… Espero poder repetirla en el futuro, quizás cuando se dé la posibilidad, insinuada por Rodrigo Salas durante la premiación, de realizar el Maratón de Valdivia.
Andres Reisz